Tu voluntad y la de Dios han de ser la misma, pues eres Su consecuencia. Solo la Voluntad de Dios puede hacerte feliz, pues es lo que eres. Si tu estado no es de felicidad suprema debes estar escuchado otra voluntad ajena y dándola por real. Acepta solo lo que Su Voluntad dispone para ti y alcanza la Paz en la que el conflicto es imposible.