El mundo de Dios es un mundo feliz, nada más puede ofrecerte dicha y los que lo contemplan tan solo pueden sumar la suya propia. Te olvidaste de él porque lo juzgaste, tu juicio te exilió y ahora vives en el llanto. Vuelve tu mirada a Dios, Él te extraña y está presto para enjugar tus lágrimas.