“Dios es el Amor en el que perdono”. Dios no perdona porque jamás condenó. Los libres de culpa no pueden culpar, y los inocentes no ven pecados. El perdón es el medio para reconocer mi inocencia. “Es el reflejo del Amor de Dios en la tierra. Y me llevará tan cerca del Cielo que el Amor de Dios podrá tenderme la mano y elevarme hasta Él”.
“Dios es la fortaleza en la que confío”. No perdono con mi fortaleza, sino con la de Dios en mí. Según comienzo a ver, reconozco Su reflejo en la tierra y perdono porque siento Su fortaleza. “Y empiezo a recordar el Amor que decidí olvidar, pero que nunca se olvidó de mí”.
“No hay nada que temer”. ¡Qué seguro me parecerá el mundo cuando pueda verlo! Ningún parecido con lo que ahora me imagino ver. Todo cuanto vea se inclinará ante mí para bendecirme. “Reconoceré en todos a mi Amigo más querido. ¿Qué puedo temer en un mundo al que he perdonado y que me ha perdonado a mí?”
“La Voz de Dios me habla durante todo el día”. No hay un solo momento en el que la Voz de Dios deje de apelar a mi perdón para salvarme ni de dirigir mis pensamientos, guiar mis actos o conducir mis pasos. Voy directo a la verdad. “No hay lugar adonde pueda ir porque la Voz de Dios es la única voz y el único guía que se le dio a Su Hijo”.
“El Amor de Dios es mi sustento”. Cuando escucho la Voz de Dios, Su Amor me sustenta. Cuando abro los ojos, Su Amor alumbra al mundo para que lo vea. Cuando perdono, Su Amor me recuerda que Su Hijo es impecable. “Y cuando contemplo al mundo con Su visión, recuerdo que soy Su Hijo”.
Debo comenzar leyendo las ideas con sus comentarios y practicar con ellas al menos una vez por tres minutos.
Joseluis
Gracias, gracias