“Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz”. De nuevo me recojo para empezar el día de la misma forma en que ayer lo cerré, con estas palabras repetidas. Como si las necesitara absorber, son mi declaración de dependencia del Padre. Nada se queda sin citar al repetirlas. Lo que contienen es lo que necesito, por eso las digo. Con ellas me conecto. Ellas me ayudan a recogerme y hacer un hueco en mi mente para lo bueno, lo santo y lo puro. Así me preparo para ceder mí iniciativa y declinar cualquier protagonismo para el día de hoy. Ya me equivoqué suficiente, ahora simplemente quiero ser un seguidor de Su Voluntad, hasta que finalmente comprenda que es también la mía ¡Por fin una declaración de dependencia!  Ésta es mi salutación al día y prosigo:

“Y si necesito una palabra de aliento, Él me la dará. Y si necesito un pensamiento, Él me lo dará también. Y si lo que necesito es quietud, una mente receptiva y serena, esos son los regalos que de Él recibiré. Él está a cargo a petición mía. Y me escuchará y me contestará porque Él habla en nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo”.

No puedo pedir nada más. En otro momento escuché -No sólo de pan vive el hombre, sino de la palabra que sale de la boca de Dios-. Éstas deben ser Sus palabras, pues me dan cumplida satisfacción. Y desde esta disposición escucho a Jesús diciéndome: “Marchemos juntos por el camino que la verdad nos señala. Y seamos los líderes de muchos hermanos que andan en busca del camino, pero que no lo encuentran”. Y ya no juzgaré si estoy o no preparado, pues no soy el maestro ni el que imparte la doctrina ni los títulos.

José Luis Cristo