“Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz”. Ya sólo hay una lección por repasar, siempre la misma, no hay materia nueva. Sólo me provoca un movimiento; renovar mi voluntad repitiendo estas mismas frases. Ellas contienen el mensaje final, el corolario de todo un año de estudio. Cada día debo conscientemente mediante la entrega del instante santo, abandonar mi pasado con toda mi experiencia acumulada y el conocimiento del mundo alcanzado a base de juicios. Ahí están también mis escarmientos y los sufrimientos que los propiciaron. Ya no los usaré y cuando lo necesite, volveré mi vista hacia el Maestro que me condujo hasta aquí, porque me ha enseñado que Él está ahí, esperándome para darme sus herramientas; Sus palabras, Sus pensamientos, Su quietud… y abrirá mi mente a la serenidad que me permita aceptar Sus regalos.
Ahora y cada día aprenderé a vivir confiado, de esta nueva forma, sin mi intervención, como un niño pegado siempre de la mano de su padre, sin pasado, sin futuro, entregado únicamente a disfrutar de los regalos que el instante santo me brinde.
“Y si necesito una palabra de aliento, Él me la dará. Y si necesito un pensamiento, Él me lo dará también. Y si lo que necesito es quietud, una mente receptiva y serena, esos son los regalos que de Él recibiré. Él está a cargo a petición mía. Y me escuchará y me responderá porque Él habla en nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo”. -Mi palanca, mi llave maestra, mi sostén-
José Luis Cristo