“Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero únicamente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará paz”. Otro día sin tarea, otro día en reposo y crecimiento. Así será de ahora en adelante… Ya no tengo nada que decir, ya no tengo nada que hacer sino escuchar la Palabra que se me ha dado como mía y seguirla. Su Palabra en mí es Su levadura, y aguardaré a que a mi abrigo crezca y a que ocupe lo que siempre fue Suyo. Ya se hizo el trabajo, ya se cumplió el plazo establecido, sólo esperar los frutos que el plan de estudios me trae.
Oigo a Jesús decirme: “No terminaras este año sin el regalo que nuestro Padre le prometió a Su santo Hijo”. Le escucho alborozado “Has sido perdonado”. Me lo dice mi hermano mayor “Te encuentras a salvo de toda la ira que le atribuías a Dios y que después descubriste no era más que un sueño”. Él sabrá, si me lo dice… “Se te ha restituido la cordura, en la que comprendes que la ira es una locura, el ataque algo demente y la venganza una mera fantasía pueril”. Tomo nota “Te has salvado de la ira porque te diste cuenta de que estabas equivocado. Eso es todo”. Y no tengo nada que objetar y callaré los juicios que otrora atendía y ya no habrá más muerte sino vida, y vida eterna.
Y de su mano, sin soltarme repito esta vez y siempre: “Si necesito una palabra de aliento, Él me la dará. Si necesito un pensamiento, Él me lo dará también. Y si lo que necesito es quietud y una mente receptiva y serena, ésos serán los regalos que de Él recibiré. Él está a cargo a petición mía. Y me oirá y contestará porque Él habla en Nombre de Dios mi Padre y de Su santo Hijo”. Aceite de engrasar, puro óleo.
Jose Luis Cristo