“La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana; toda aflicción es reemplazada por la dicha. Las puertas de la prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error”. Nada más leerlo me surge una pregunta: ¿A qué Dios estoy invocando que me siento preso en un mundo lleno de maldad, enfermedad y aflicción? No puedo seguir mirando hacia otro lado. O estas palabras son directamente mentira, cosa que ya no puedo aceptar, o no invoco al dios adecuado ¿Qué concepto tengo de Dios equivocado que no veo los resultados que me anuncia? Tal vez mi dios tenga tantas formas humanas que lo confunda con parte del mundo. Debo de haber entendido todo al revés y llevo toda mi vida haciéndolo mal. Con mi intervención he pretendido malversarle a Él y al mundo. Menos mal que no tuve éxito y mi Padre sigue siendo el mismo y también Su Creación. Hoy aprendo que si la respuesta de Dios no es una forma de paz, he invocado a un dios mundano. Hoy aprendo y pido rectificación.

Padre, hoy voy a perdonar Tu mundo y a dejar que la creación sea Tuya. He entendido todas las cosas erróneamente. Pero no pude convertir a los santos Hijos de Dios en pecadores. Lo que Tú creaste libre de pecado ha de permanecer así por siempre jamás. Ésa es mi condición. Y me regocijo al darme cuenta de que los erro­res que he cometido no tienen efectos reales sobre mí. El pecado es imposible, y en este hecho descansa el perdón sobre una base mucho más sólida que el mundo de sombras que veo. Ayúdame a perdonar, pues quiero ser redimido. Ayúdame a perdonar, pues quiero estar en paz”.

 

José Luis Cristo