“La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. El milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él”. ¡Qué claro se va poniendo todo, qué corto y sencillo! ¡Qué profunda la enseñanza de hoy, qué sanadora! Sólo la creencia en el pecado me enferma, ofrecer un milagro es invocarle a Él. Su nombre lleva implícito Su corrección del dolor. Invocar el milagro de Dios es el corto viaje hacia mi mente recta donde Su Voz habita conmigo, cesa todo peligro y se rompe la consistencia del mundo.
Padre, qué puedo más decir desde el pozo que habito sino invocar el milagro que tienes para mí. No hay otras palabras. “Padre, prometiste que jamás dejarías de contestar cualquier petición que Tu Hijo pudiese hacerte”. –Y aquí vengo, quebrado invocando el milagro- “No importa dónde esté, cuál parezca ser su problema o en qué crea haberse convertido. Él es Tu Hijo, y Tú le contestarás”. -Ando perdido y asustado. Me confundí con un cuerpo, enfermo como un cuerpo, sufro como un cuerpo y muero como un cuerpo. Él es mi identificación y como él respondo, muéstrame el milagro que tienes para mí, estoy confundido-. “El milagro es un reflejo de Tu Amor, y, por lo tanto, es la contestación que él recibe”. -Sólo tengo que invocarlo-. “Tu Nombre reemplaza a todo pensamiento de pecado, y aquel que es inocente jamás puede sufrir dolor alguno”. -Ésa es la palabra que me das hoy y yo la invoco; ofrezco el milagro-. “Tu Nombre es la respuesta que le das a Tu Hijo porque al invocar Tu Nombre él invoca el suyo propio”.
Cuanto más miedo tengo, más corta mi invocación; ofrezco un milagro. Cuando no puedo articular otra palabra; ofrezco un milagro para esta situación. El puente hacia la salvación. Padre, no necesito para recuperar mi paz, sino invocar el milagro como Tu nombre.
José Luis Cristo