“Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un sólo propósito; estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros”. Hoy me propone la rectificación total de mi comportamiento y de mi forma de encarar el día; estar al servicio de Cristo. No puedo sino ponerme de acuerdo a la primera, máxime cuando me asegura que es para llenar el mundo de milagros. Y al instante comienzo a pensar y a imaginarme qué cosas son las que Cristo ha de pedirme y el modo en que a Él le gustaría usarme. Parece que mi disposición es activa. Y veo la trampa, mi ego no quiere quedarse fuera, siempre quiere “ayudar”. Comprobar esto me ayuda a vaciarme de cualquier intención. Reconozco que no tengo ni idea de qué servicio me va a pedir, no sé cuál será mi papel, sencillamente Él me va a utilizar. Abandonarme y saberme disponible es todo lo que debo aprender a hacer. Hoy es el día de los milagros de Cristo y pongo mi voluntad y mis medios a su servicio. Y no me cuesta esfuerzo, sino que siento el alivio del que por fin ha encontrado el camino.
“Padre, hoy le entrego a Cristo todo lo que es mío para que Él lo utilice de la manera que sea más beneficiosa para el propósito que comparto con Él. Nada es exclusivamente mío, pues Él y yo nos hemos unido en un propósito común. De este modo, el aprendizaje casi ha llegado a su señalado final. Por un tiempo colaboraré con Él en el logro de Su propósito. Luego me fundiré en mi Identidad y reconoceré que Cristo no es sino mi Ser”.
Y ya no habrá más muerte…
joseluis