“Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo. Del amor, la paz de Dios”. Hoy releo lo que ya sé y hacerlo me muestra lo contradictorio de mi vida. Creo que para alcanzar el amor tengo que alejarme de lo que no lo contiene y eso me lleva a juzgar constantemente. Creo que debo juzgar para protegerme de lo negativo y eso llena mi mundo de enemigos ¿Por qué me quejaré después de las batallas que cada día tengo que librar?

Si no quiero juzgar, he de perdonar ¡Qué duro! Perdonar parece una afrenta a lo sagrado, una claudicación ante el mal. Aún tengo que ahondar en ese perdón que se limita a negar lo que no es santo en lugar de pasarlo por alto. Lo que no es santo no existe porque no es de Dios ¿O no está claro? ¿No será ese el camino para alcanzar el Amor que busco, negar lo que no puede existir, lo vea o no? Si de mi visión saco los juicios, desaparecen las diferencias. Y… ¿hay algo más amoroso aquí que no verlas? ¿Hay algo más amoroso que este perdón? Evito el perdón, como si fuera injusto. Pero si lo entendiera no lo evitaría. Ahí está es mi salvación.

            “El perdón ve sólo impecabilidad, y no juzga. Ésta es la manera de llegar a Ti. Los juicios me vendan los ojos y me ciegan. El amor, que aquí se refleja en forma de perdón, me recuerda, por otra parte, que Tú me has proporcionado un camino para volver a encontrar Tu paz. Soy redimido cuando elijo seguir ese camino. Tú no me has dejado desam­parado. Dentro de yace Tu recuerdo, así como Uno que me conduce hasta él. Padre, hoy quiero oír Tu Voz y encontrar Tu paz. Pues quiero amar mi propia Identidad y encontrar en Ella el recuerdo de Ti. -Oír tu voz Padre, todo el día y nada más-

joseluis