“Los milagros son un reflejo del eterno Amor de Dios. Ofrecerlos es recordarlo a Él, y mediante Su recuerdo, salvar al mundo”. Es un título lleno de doctrina. Los milagros son un reflejo de eterno Amor de Dios, pues fue Su respuesta al sueño y a la huida de Su Hijo. Aunque quiso separarse, Él le siguió amando. Los milagros son la consecuencia de ese Amor, Su respuesta. Por tanto, cuando los ofrezco en las situaciones desesperadas Le traigo a mi mente. Y cuando Le sostengo en mi mente el mundo sana primero y después desaparece. Donde está Dios no tienen cabida las ilusiones ¡Qué importante es aprender a manejarme con los milagros! No son una cosa menor, sino la respuesta de Dios y Su palanca para salvarme de cualquier peligro con los que el sueño me amenace. Aprenderé a saludar ofreciendo un milagro.

            Lo que perdono se vuelve parte de mí, tal como me percibo a mí mismo. Tal como Tú creaste a Tu Hijo, él encierra dentro de sí todas las cosas. El que yo Te pueda recordar depende de que lo perdone a él. Lo que él es no se ve afectado por sus pensamientos. Pero lo que contempla es el resultado directo de ellos. Así pues, Padre mío; quiero ampararme en Ti. Sólo Tu recuerdo me liberará. Y sólo perdo­nando puedo aprender a dejar que Tu recuerdo vuelva a mí, y a ofrecérselo al mundo con agradecimiento.

Jesús:“Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos”. Pues conforme lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor”.  -Te ofrezco un milagro hermano, será mi saludo secreto, y así burlaré la consistencia de lo que nos ciega, según me lo tiene prometido-.

                                                                                                                                        joseluis