“La ira procede de los juicios. Y los juicios son el arma que utilizo contra mí mismo a fin de mantener el milagro alejado de mí”. Son dos frases que me muestran lo atento que debo estar frente a la actividad de mi mente. Juzgar es el movimiento principal que la ocupa, de ahí el peligro en el que vivo y que finalmente me hace sucumbir. Dejar de juzgar me parece imposible, todo me invita a hacerlo, pero es la invitación que se me hace ahora. Yo mismo sé que cuando no juzgo mi tranquilidad se prolonga. Estaré atento a mi ira que me indica la gestación de un juicio, para conscientemente apartarme de él. Haré eso, reconoceré la inconveniencia de juzgar y dedicare mi actividad a pedir el milagro que lo que pretendía juzgar me trae. Así se hará la Voluntad de Dios y así aprenderé que también es la mía.
“Padre, deseo lo que va en contra de mi voluntad, y no lo que es mi voluntad tener. Rectifica mi mente, Padre mío, pues está enferma. Pero Tú has ofrecido libertad, y yo elijo reclamar Tu regalo hoy. Y así, le entrego todo juicio a Aquel que Tú me diste para que juzgara por mí. Él ve lo que yo contemplo, sin embargo, conoce la verdad. ÉI ve el dolor, mas comprende que no es real, y a la luz de Su entendimiento éste sana. Él concede los milagros que mis sueños quieren ocultar de mi conciencia. Que sea Él Quien juzgue hoy. No conozco mi voluntad, pero Él está seguro de que es la Tuya. Y hablará en mi nombre e invocará Tus milagros para que vengan a mí.
Con especial ternura oigo a Jesús: “Escucha hoy. Permanece muy quedo, y oye la dulce Voz que habla por Dios asegurarte que Él te ha juzgado como el Hijo que Él ama”. -Eso es lo que necesito, escúchalo tú conmigo, que soy duro de oído y no quiero perdérmelo-.
joseluis