“Hoy reclamo los regalos que el perdón otorga”. Parece que me pongo de acuerdo inmediatamente con esta afirmación, pero según voy repitiéndomela y profundizando en ella, veo que no es cierta del todo. Sí, busco esos regalos, pero mientras llegan me afano en los que yo mismo me procuro… y me vengo a bajo. Jamás me dieron satisfacción duradera los míos, sólo pequeños destellos de emociones contradictorias, agridulces, donde el placer está rebozado de temor. De ese modo comprendo que soy únicamente yo el responsable de lo que vivo. Y no sé si venirme a bajo, o arriba con este descubrimiento.

Y me aplico: “No esperaré ni un solo día más para encontrar los tesoros que mi Padre me ofrece. Todas las ilusiones son vanas, y los sueños desaparecen incluso a medida que se van tejiendo con pensamien­tos basados en percepciones falsas”. -Me gusta oírme esto; si me decido nada más por los regalos del perdón, se me promete que la tentación de creer en otros, no me van a acosar. Casi no puedo creerlo- “No dejes que hoy vuelva a aceptar regalos tan míseros. La Voz de Dios les ofrece Su paz a todos los que escuchan y eligen seguirlo. Esto es lo que elijo hoy. Y así, voy en busca de los tesoros que Dios me ha dado”.

            –Como una oración-:“Busco sólo lo eterno. Pues Tu Hijo no podría sentirse satisfecho con menos de eso. ¿Qué otra cosa, entonces, podría brindarle solaz, sino lo que Tú le ofreces a su desconcertada mente y a su atemorizado corazón, a fin de proporcionarle certeza y traerle paz? Hoy quiero contemplar a mi hermano sin mancha alguna de pecado en él. Eso es lo que Tu Voluntad dispone que yo haga, pues así es como podré contemplar mi propia impe­cabilidad.

                                                                                                                             joseluis