“No necesito más que llamar y Tú me contestarás”. ¿Por qué no habría de ser así? Aceptarlo sólo supone reconocer que el único sordo que hay aquí soy yo cuando no escucho Tu respuesta. Tengo que repetirme lo obvio hasta que me lo aprenda: “No necesito más que llamar y Tú me contestarás”. ¿Acaso no eres Tú mi Padre? ¿Acaso no estarás accesible para mí? Necesito recordarlo todo el día y cambiar mi monólogo de quejas al destino, por mi conversación Contigo. Apenas sé invocar Tu nombre; Padre, Padre, Padre… refuerza esta fe mía para que ya nunca me sienta solo, refuerza mi fe para que pueda escuchar tus respuestas y nunca está ya sólo, refuerza mi fe para que pueda incluso aquí vivir Contigo, que mi fe sea certeza, pueda encontrar el camino a casa y nunca más esté solo.

“No me pides que acepte la salvación sobre la base de una fe ciega. Pues me has prometido que oirás mi llamada y que Tú Mismo me contestarás. Déjame aprender mediante mi experien­cia que esto es verdad, y es indudable que llegaré a tener fe en Ti. Ésa es la fe que no se quebranta y que me llevará cada vez más lejos por la senda que conduce hasta Ti. Pues así estaré seguro de que no me has abandonado, de que aún me amas y de que sólo esperas a que yo te llame para proporcionarme toda la ayuda que necesite para poder llegar a Ti”.

            “Padre, te doy las gracias porque sólo con que ponga a prueba Tus promesas jamás tendré la experiencia de que no se cumplen. Permítaseme, por lo tanto, ponerlas a prueba en vez de juzgarlas. Tú eres Tu Palabra. Tú provees los medios a través de los cuales arriba la convic­ción, haciendo así que por fin estemos seguros de Tu eterno Amor”.  …y que nunca más esté solo.

joseluis