“Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad”. Me parece evidente a primera vista, tan cuidadoso que soy para evitarlos, pero conflictos tengo ¡Claro! impuestos por los demás, las circunstancias tal vez, bla, bla, bla, me veo poniéndome de perfil. Si estoy envuelto en conflictos, son míos ¿Qué me pasa? Me debí confundir con otra cosa y adquirir una voluntad diferente a la mía. Sí, he debido pervertir mi naturaleza porque vivo desconcertado entre enemigos y en medio de un mundo hostil. “Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad”. Así debe ser, pues no disfruto con los que tengo ¡Ah! Veo que si los contrasto con esta frase, pierden fuerza. Mi mente está colonizada por un virus, enferma, tengo que resetearla. Necesito tratamiento para recuperar mi cordura y mi paz. “Abrigar deseos conflictivos no puede ser mi voluntad” Es la respuesta a lo que me abruma, a lo que me quita la paz y me amenaza. Así pasaré el día, reseteando, reseteando, reseteando.

          “Padre, Tu Voluntad es la mía, y nada más lo es. No hay otra volun­tad que yo pueda tener. Que no trate de forjar otra, pues sería absurdo y únicamente me haría sufrir. Sólo Tu Voluntad me puede hacer feliz,: y sólo Tu Voluntad existe. Si he de tener aquello que sólo Tú puedes dar, debo aceptar lo que Tu Voluntad dispone para mí y alcanzar una paz en la que el conflicto es imposible, Tu Hijo es uno Contigo en ser y en voluntad, y nada contradice la santa verdad de que aún soy tal como Tú me creaste”. -Éste es mi credo, que debo repetir y recordar, pues vivo al margen de mi naturaleza-.

Y con esta plegaria nos sumergimos silenciosamente en un estado en el que el conflicto es imposible, pues hemos unido nues­tra santa voluntad a la de Dios, en reconocimiento de que son una y la misma”.

joseluis