“Todo tendrá un desenlace feliz”. Hoy me provoca sentimientos encontrados. Parece que pospone ese final al futuro, cuando mis dolores y agobios los tengo ahora. Es como si de nuevo se olvidan de mí. No me interesa el futuro tanto como aliviarme ahora. No quiero promesas que aplacen mi felicidad ni quiero que se vayan arreglando los pequeños asuntos y los grandes sigan demorados. “Las promesas de Dios no hacen excepciones”. -Me contesta y escucho interesado-

“Él garantiza que la dicha será el desenlace final de todas las cosas. De ti depende, no obstante, cuándo habrá de lograrse eso: hasta cuándo vas a permitir que una voluntad ajena parezca oponerse a la Suya”.  -Y pone de una forma inusitada la pelota mi tejado-. “Pues mientras pienses que esa voluntad es real, no halla­s el final que Él ha dispuesto sea el desenlace de todos los problemas que percibes, de todas las tribulaciones que ves y de todas las situaciones a que te enfrentas”. -¡Ah! Son mis intervenciones, mis propuestas personales los obstáculos, camuflados como voluntad ajena con los que sustituyo la de Dios y Su felicidad ¡Cómo no había caído! – “Mas ese final es seguro. Pues la Voluntad de Dios se hace en la tierra, así como en el Cielo. Lo buscaremos y lo hallaremos, tal como dispone Su Voluntad, la Cual garantiza que nuestra voluntad se hace”. -De mí depende que el futuro sea ahora-

       “Te damos gracias, Padre, por Tu garantía de que al final todo tendrá un desenlace feliz. Ayúdanos a no interferir y demorar así el feliz de­senlace que nos has prometido para cada problema que podamos percibir y para cada prueba por la que todavía creemos que tenemos que pasar”. -Ayúdame a descubrir y abortar, las trabas que pongo a tu Voluntad, repitiendo la lección de hoy frente a cada susto que me asalte-.

                                                                                                                                     joseluis