“No soy el único que experimenta los efectos de mis pensamientos”. Es la consecuencia de la lección de ayer que citaba mi forma de ver las cosas. Se alternan los ejercicios entre la visión y los pensamientos que la generan. Es para que aprenda que el orden no importa: “El acto de pensar y sus resultados son en realidad simultáneos, ya que causa y efecto no están nunca separados”. Otro golpe. Cada vez que parece que me voy a volver loco con cosas como éstas, siento por contra un gran alivio ¿Será que vivo en la locura y esto me reconforta? Tiene que ser.
De nuevo me dice que las mentes están unidas, y como cosa “progre y espiritual” me va bien, pero no puedo interiorizarlo como cierto totalmente; la parcela de mi pensamiento representa mi pequeño círculo de libertad, mi soberanía. No es fácil. “A pesar de tu resistencia inicial a esta idea, ya entenderás que para que la salvación sea posible, esta idea tiene que ser verdad. Y la salvación tiene que ser posible porque es la Voluntad de Dios”. Y vuelvo a decir sí y rompo otro velo “sagrado” de mi antiguo sistema de pensamiento… y me alivio.
Hoy debo hacer la búsqueda con los ojos cerrados de los pensamientos que la ocupan, y según los examino y describo al personaje o tema central, repito: “No soy el único que experimenta los efectos de este pensamiento acerca de mi relación con mi hija. No soy el único que experimenta los efectos de este pensamiento acerca de la corrupción…” Hasta que creo que ha pasado un minuto y procuro no hacer distinción entre conflictos grandes y chicos, para que aprenda finalmente que no hay grado de dificultad en los milagros. También dos veces más me pide.
Joseluis